Determinar qué es bello y que no lo es, que poseer
belleza es ser bueno es quizá uno de los más interesantes desafíos
intelectuales. Para muchos, a causa de la subjetividad, y de lo complicado y
racionales que somos los seres humanos.
¿Cuándo aplicar la
categoría de belleza? Es una de las tantas interrogantes que debemos contestar,
las personas vivimos de apariencias y siempre buscamos en otros lo que nos
gustaría tener, y que de laguna manera es difícil y en algunos casos imposible.
Todos queremos ser bellos.
Lo bello es bueno |
Pero alcanzar la belleza es una utopía, pues siempre
cambia de paradero aunque mantenga rasgos universales como la simetría de los
rasgos, el color de ojos, la textura del cabello, la estatura y el grosor de
los labios entre otros.
La concepción de belleza puede variar entre distintas
culturas y cambiar con los años. La belleza produce un placer que proviene de
las manifestaciones sensoriales y que puede sentirse por la vista (por ejemplo,
con una persona que es considerada atractiva desde el punto de vista físico) o
el oído (al escuchar una voz o una música agradable). El olfato, el gusto y el
tacto, en cambio, no están relacionados con la belleza.
Más allá de la manifestación sensorial, es posible
considerar algunas cosas abstractas y conceptuales como bellas. Una reflexión
moral puede ser destacada como un texto bello: lo que importa en este caso es
qué se dice y no cómo se dice (es decir, la belleza no está en el papel o en la
pantalla de la computadora).
Nadie duda de la importancia que le damos a nuestra
apariencia física en nuestras relaciones interpersonales, incluso, en relación
con nuestra autoestima. Quizás no le prestemos demasiada atención a la
publicidad, a la televisión, la moda que nos manda lo que debemos comer, ver, usar...
pero aunque gamos eso, no podemos negar que nos gusta vernos bien físicamente,
con una presencia lo más agradable posible para gustarnos y gustar a los demás.
Eso está muy bien siempre y cuando no dañe nuestra salud física
o emocional. Nuestro cuerpo es como un presente que queremos que se vea lo más
bonito posible y acorde con nuestra personalidad. Todas las alternativas son
posibles, pero las más compasivas con nuestro equilibrio emocional serán las
que partiendo del ejercicio de nuestra libertad y sistema de valores, nos
posibiliten una presencia física que consigue que nos sintamos a gusto en
nuestro cuerpo. Y vivir sin obsesiones ni traumas al respecto. No olvidemos que
una buena parte del atractivo que comunicamos depende de cómo nos vemos a nosotros
mismos.
La belleza te facilita las cosas...
La premisa "Todo lo bello es bueno", descrita
por Dion, Berscheid y Walster en 1972, sostiene que se ha aprendido a catalogar
a las personas como buenas según las pautas que han ido trasmitiendo los medios
de comunicación, sobre todo, el cine, en el que se establecen
predeterminadamente las caras que corresponden al bueno y al malo de la
película. Un concepto esencial es la auto imagen corporal, o percepción de las
cualidades y atributos físicos de uno mismo. La insatisfacción refleja la
discrepancia entre los atributos físicos percibidos y los estándares
sociales que el sujeto ha ido interiorizando.
Es así como las personas con un físico atractivo son
consideradas más persuasivas y con más posibilidades de encontrar pareja. Son
más apoyadas socialmente. Es habitual que se encuentren mejor adaptadas al
medio en que viven, resulten más deseables para los demás, que produzcan una
mejor impresión inicial y que sean percibidas como más competentes, más sanas e
incluso menos propensas a desarrollar enfermedades mentales. Y no nos olvidemos
de su éxito en el aspecto amoroso.
El atractivo físico es fuente de influencias sociales,
que casi siempre operan a favor de la persona que cumple los cánones de belleza.
El atractivo también favorece el acceso a diversos escenarios sociales y
profesionales: la política, la TV y el cine, la moda y la publicidad, las
relaciones públicas. Una persona bella es normalmente considerada más exitosa y
con mayores habilidades sociales, más ambiciosa y competente.
El atractivo y nuestra propia imagen
Si nos comparamos con otras personas y sus supuestas
cualidades de belleza, inteligencia, etc, podemos sufrir efectos realmente desbastadores en diferentes aspectos de nuestra vida. La imagen que se tiene de
uno mismo depende de las modas y las circunstancias sociales. No son iguales
los cánones de belleza de los años 50 y los actuales. La influencia será mayor
sobre personas más inseguras, o con gran sentido del ridículo, y sobre las más
susceptibles a la presión cultural.
Las mujeres que se acercan más a sus propios modelos de
belleza presentan niveles de autoestima mayores y manifiestan sentimientos más
positivos sobre sí mismas. La imagen saludable está relacionada con el
atractivo físico, pero no corresponde siempre con estados de salud correctos.
Hombres y mujeres descontentos se preocupan de igual
manera en mejorar su apariencia física. La insatisfacción con el cuerpo
aumentaría después de los veinte años en las mujeres y en los hombres aún no se
ha determinado una edad en que comienza esta percepción.
El atractivo físico es un montaje social determinado
culturalmente y que varía según patrones de estética y tendencias que dicta la
moda, que a su vez influyen sobre el establecimiento de relaciones sociales y
los juicios sobre la propia imagen corporal.
Las personas con más sentido del ridículo o menos
criterio son más susceptibles a la comparación social y a la influencia de los
estereotipos estéticos. Lo mejor es que un ideal de belleza realista. El atractivo físico influye en las relaciones interpersonales y en
la formación de la imagen. Por tanto, está en la base de la autoestima de
las personas y el condicionamiento es tal que puede determinar la actitud ante
la vida o poner en peligro la calidad de ésta.
Lo que todos buscamos la aceptación a través de la
belleza.
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